04 diciembre, 2009


Voy a dejarte ir, voy a ayudarte a escapar. Bien lejos. Tan lejos, que tus recuerdos van a fosilizarse en mi memoria. Van a llenarse de pelusas, de polvo, van a oxidarse. Te quiero, pero no quiero soportarte más, ya no más.
Ya no me voy a desvivir por ti cada vez que vea a través de una ventana empañada en una tarde lluviosa, ya no te voy a recordar cuando lea una historia de amor. Ya no voy a pensarte cuando camine sola por la calle, y necesite sentir tu mano entrelazándose en mis dedos.

No quedarán en mi memoria más que pigmentos de recuerdos viejos, de momentos poco propicios, de estrellas olvidadas. Serás apenas una pizca de todo eso que alguna vez amé. Ya no quedarán rastros tuyos en mí. Yo misma me encargaré de asesinar a cada uno de esos monstruos que supiste crear en mí.

Ya no estás. Y es una afirmación, clara, concisa, irrefutable. Pero siento que ya no me importa como antes. No me importa que estés lejos, que te hayas ido, que me hayas dejado acá, que no te hayas despedido. Porque ya soy inmune a todo eso que alguna vez me causaste. Mis ojos esbozan la forma de las lágrimas, que no voy a derramar. Mi sonrisa oculta los gritos, las frases, los reproches que no voy a darte. Mi corazón se comprime para eviar que se escapen los sentimientos que quedaron atorados. Soy inmune a tu adiós, a tus recuerdos, a tus abandonos, a tus olvidos. Ya no me importa si te acordás de mi, de lo mucho que te amé.

Ya no habrá nada tuyo en mi. Ni restos de felicidad en tu sonrisa, ni el eso de tu voz, ni el tacto de tu piel en mis mejillas. Ni habrá nada mío, que te vaya a pertenecer. Ni mis sueños, ni mis noches, ni mi prosa. Ya no me unirá nada a vos. Ya no sentiré necesidad de saber de vos. Ya no te daré nada.